La Segunda División Profesional del fútbol chileno atraviesa, quizás, uno de sus momentos más delicados. Años de precariedad económica, irregularidades administrativas y escasa visibilidad mediática han llevado a los clubes de la categoría a una encrucijada que amenaza su propia existencia. Esta semana, los trece equipos que componen la tercera categoría del fútbol nacional decidieron romper el silencio y emitir un comunicado conjunto dirigido a la ANFP, exigiendo medidas concretas para revertir una crisis que, aseguran, se ha vuelto insostenible.
“Mientras Chile celebra la fiesta del Mundial Sub 20, el fútbol profesional vive una realidad muy distinta: clubes al borde de la quiebra, atrapados en un modelo deportivo y financiero insostenible que pone en riesgo su continuidad y los cientos de puestos de trabajo que hoy genera la Segunda División”, expresaron a través de redes sociales.
En la misiva, los dirigentes de los clubes plantean una propuesta integral para la temporada 2026, orientada a aliviar parcialmente la crisis estructural que golpea a la división y a “avanzar hacia un modelo más sostenible para el fútbol chileno”. El documento propone un nuevo formato de campeonato, pensado para mantener la competencia activa hasta el final del calendario, además de incorporar una Copa paralela que incremente el número de partidos y, con ello, los ingresos y la visibilidad de la categoría.
Junto con las propuestas, los clubes solicitaron formalmente a la ANFP una instancia de diálogo y una respuesta antes del 15 de octubre, señalando que “son muchas las inquietudes planteadas por los clubes que aún no han sido atendidas”.
La crisis no es nueva. Desde hace años, la Segunda División vive en un limbo entre el profesionalismo y la autogestión: escasos aportes televisivos, costos de traslado desproporcionados y un sistema de ascensos y descensos que, lejos de incentivar la competencia, la restringe. Solo dos cupos de descenso en Primera División y uno en Primera B hacen que el flujo entre categorías sea mínimo, generando un estancamiento que perjudica a los equipos de menor presupuesto.
Entre los hinchas y especialistas, las ideas para reformar el sistema abundan. Algunos proponen ampliar las divisiones profesionales —18 clubes en Primera, 20 en la B— y permitir más ascensos directos desde Tercera A, mientras otros sugieren traspasar la gestión de la Segunda División a la ANFA, con el objetivo de devolverle un carácter más regional y competitivo.
En el fondo, la demanda de los clubes es clara: ser escuchados. El fútbol chileno, dicen, no puede seguir sosteniéndose sobre una estructura que deja fuera a quienes más lo necesitan. Lo que está en juego no son solo puntos o ascensos, sino la continuidad del sueño profesional de cientos de jugadores, técnicos y trabajadores que mantienen viva la pasión en estadios pequeños, donde el fútbol todavía se juega con alma y esfuerzo.
Quizás sea momento de entender que el verdadero rescate del fútbol chileno no pasa solo por las luces de la Primera División, sino por fortalecer las raíces de su pirámide: esas canchas donde todavía se escucha el eco de las voces que hacen grande al deporte más popular del país.
ROBERTO MADARIAGA GUENTECURA
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