Para quien gobierna, casi siempre todo está bien, para las oposiciones casi siempre todo está mal…

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La sencilla normalidad nos dice que nadie es perfecto, pero tampoco somos totalmente imperfectos.

La verdad está en las cosas más simples y obvias, decía N.Ostrovski, autor de Así se templó el acero. Pero es casi un ejercicio universal e histórico (más fuerte marcado en Chile) que los grupos gobernantes y opositores tengan y planteen casi como máximas, o que casi todo está bien, o que casi todo está mal.

Vice y versa, cuando la oposición encuentra algo bueno “lo reconoce solo si se lo preguntan, y lo hacen brevemente, con escasa intensidad y con alta velocidad.” (Pareciera ser que reconocer lo positivo en el adversario estuviera vedado, prohibido o mal visto; y quien lo haga queda expuesto a la observación o condena de sus camaradas).

Por otro lado, quienes gobiernan hacen algo parecido. En sus comunicaciones nos indican que vivimos en un país que muchas veces desconocemos, porque después de escuchar, miramos alrededor y no vemos con nitidez lo que no han contado.

¿Será normal este lenguaje? ¿Será correcto o positivo? Puede que sí, aunque atropella ciertos principios de verdad y justicia, los que son reemplazados por una burda conveniencia.

La pregunta más sencilla. ¿Gobiernos y oposiciones deben ser siempre una batalla irreconciliable? ¿Las oposiciones pierden su camino si colaboran con aquellos aspectos que pueden beneficiar a las mayorías? ¿Las oposiciones son elegidas para siempre oponerse?

Las interrogantes anteriores parecen (y lo son) muy sencillas, y pareciera que las respuestas serían muy obvias. Pero vemos que no es así.

Todos tenemos pensamiento e ideas, pero como dijera Ingrid Betancourt, muchas veces “las ideologías son caminos justificatorios”. Pareciera ser que para “quienes gobiernan siempre casi todo está bien, y para las oposiciones siempre casi todo está mal.”

Lo que no tenemos a firme es la cuota de objetividad suficiente para conocer y reconocer lo bueno también en el otro o en los otros, y compartirlo en bien de todos y todas. Víctor Hugo manifestó: “las que conducen y arrastran al mundo, no son las máquinas, sino las ideas.”

En consecuencia, una ruleta inconsciente y negativa. Cada cuatro años (en Chile) los que fueron malos se transforman en buenos, y los buenos en malos.

Torpe ceguera, falsedad de principios, egoísmo instituido e institucional, sordera política, diálogos mentirosos, amnesia valórica. En definitiva, traición a la ciudadanía, porque se solicita el voto o adhesión en bien de “la gente”, y después se rinde cuenta principalmente a la agrupación política que le “otorgó el cupo” en la elección.

“Si levantas la vista verás el horizonte, si la elevas un poco más verás el cielo; pero si bajas la vista solo verás el suelo, y no tendrás cielo ni horizonte.”

Creo que ya es tiempo que todos y todas hagamos un mayor esfuerzo por levantar un poco más la vista.

Por Germán Muñoz Castillo

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