Reflexión en memoria de Eduardo Curi Lisperguer

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Hoy nos embarga una profunda tristeza al tener que despedir a un querido vecino y colega: Eduardo Curi Lisperguer, quien partió trágicamente después de un accidente que aún nos resulta difícil de asimilar. La ciudad de Chimbarongo, donde dedicó tantos años de servicio como dentista y donde fue tan querido por su carácter afable, ha perdido a un hombre bueno. Y nosotros, sus vecinos de la Villa Marista, colegas y amigos, sentimos con pesar la partida de alguien que supo dejar huella en todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo.

Conocí a Eduardo en el día a día del barrio de nuestra querida Villa Marista, compartiendo tareas comunitarias, sueños comunes y esa visión tan clara y comprometida de que nuestro entorno debía ser un lugar bello, acogedor y seguro. Su entusiasmo por una comunidad más integrada y participativa era contagioso. Siempre estaba dispuesto a escuchar, a sugerir con humildad, y a trabajar por el bien común. En cada conversación, en cada reunión, se hacía evidente que hablaba desde el corazón, con honestidad, claridad y una fe profunda que lo acompañaba siempre.

Fui testigo de su integridad y compromiso no solo en palabras, sino en actos concretos. Vi cómo embelleció su hogar con esmero, cómo recorría nuestras calles en compañía de su familia, siempre unido a Cecilia, su amada esposa, y a sus hijos, Eduardo y Sofía, de quienes hablaba con legítimo orgullo. Disfrutábamos las fotos que compartía, esos instantes de alegría familiar que hablaban de una vida plena con amor y propósito.
Admirábamos también su disciplina y sencillez. A menudo lo encontrábamos trotando por las mañanas, sin importar el frío del invierno ni el calor del verano, antes de partir a su trabajo. Era un ejemplo de constancia, de equilibrio entre la vida profesional, familiar y personal.

Hoy, el destino nos priva de su presencia física, pero no de su legado. Eduardo fue una persona confiable, transparente y profundamente humana. Nos queda el consuelo de haberlo conocido, de haber compartido con él momentos que ahora cobran un valor inmenso.

A Cecilia, a Eduardo hijo y a Sofía, queremos hacerles llegar en estos difíciles momentos todo nuestro cariño y consuelo. Que sientan que su dolor es también el nuestro, y que el amor y admiración que sentimos por Eduardo es sincero y profundo. Que ese Dios en quien él tanto creyó, y a quien sirvió con su ejemplo de vida, le reciba con los brazos abiertos y le conceda el descanso eterno reservado para los hombres buenos.
Gracias, Eduardo, por todo lo que diste. Te recordaremos siempre.

Martín Vergara Miranda
Colega y ex vecino de la Villa Marista