Diciembre es un mes que me duele

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Al llegar a diciembre de cada año, querámoslo o no, nuestra mente comienza a hacer balances y sin lugar a dudas las ausencias es lo primero que nos inunda. Por eso diciembre es un mes que nos duele, pues nos duelen las ausencias.

Será acaso su cumpleaños, su onomástico, algún aniversario, o simplemente esas fechas imposibles de sacar del calendario y que se tiñen de recuerdos: Navidad y Año Nuevo. Para entenderlo primero debemos detenernos en el significado de la palabra recuerdo, su etimología nos señala que el prefijo “re” nos dice de nuevo, volver a. Cordar viene de cordis, es decir corazón. Y allí está la causa del dolor de diciembre, recordar significa traer de nuevo al corazón, pasar de nuevo por el corazón. 

Son esos instantes, esos momentos que vivimos con esas personas que ya no están que al pasarlos de nuevo por el corazón, es decir recordarlos, hacen que las lágrimas golpeen nuestros ojos y el pecho se nos apriete en esa pena inmensa de ese ser querido que ya no está físicamente… Falta tu regalo al lado del pesebre o bajo el árbol, ese lugar en la mesa que era sólo tuyo ahora o está vacío o está ocupado por otros, esa comida tan especial con la que nos agasajabas en esa fecha señalada no está servida o es un simple remedo de lo que tú hacías, no estará tu abrazo al cambiar de calendario, tu copa de champaña estará sin la huella de tus labios.

Por eso me duele diciembre, pues me duelen tus recuerdos…, cómo quisiera decir que te recuerdo cada día a cada instante pero ya no me dueles. Perdóname, perdona mi debilidad o mi pusilanimidad… mi falta de un alma grande…, pero me dueles. 

Los especialistas dicen que los seres humanos hemos llegado a ser lo que somos por la importancia que le damos a los símbolos, a los ritos con los que adornamos nuestras vidas, a lo que debemos sumar que somos seres sociales, es decir desarrollamos nuestras vidas en grupos a los que llamamos familias, al llegar una fecha que marca un rito, al que por cierto llenamos de símbolos – cuántos de ellos hay en navidad o año nuevo -, por ejemplo, si a nuestro cerebro al que le gusta la comodidad de ver y sentir todo ordenado le quitamos algo nos lo sigue recordando, sigue pasando por el corazón ese re-cuerdo y es allí donde sobreviene el dolor de las ausencias.

Parafraseando al cardenal Bevilaqua que mencionaba que si el agua se detiene se descompone, se corrompe. Lo mismo sucede con nuestras emociones, si las atascamos en nuestro cerebro o en nuestro corazón se van a corromper se transformarán en malas cosas, hay que dejarlas fluir, es preciso no negarlas. Sólo así el dolor se disipará y ya no nos dolerá tanto este mes. Que si he de llorarte, pues te lloraré; que si he de reírte, pues bien que sea carcajadas; que si he de dolerme, pues bien aceptemos ese dolor y hagámoslo como un regalo, pues es un signo inequívoco de que extrañamos ese amor, esos brazos, esos besos, ese olor, esos colores que adornaban a un padre, a una madre, un hermano, hermana, esposo, esposa, hijo, hija, entrañable amigo o amiga…

Cómo me dueles diciembre…, pero he de llevarte conmigo hasta que sane de mis heridas y ya no me duelas y aprenda a dar gracias a la vida como cantara Violeta, porque si perdí a algunos o algunas en el camino, te encargaste de llenarme de nuevas vidas que me acompañan y me enseñaste que para que el dolor se vaya no me debe importar cuánto me aman, sino cuánto amo y en la medida que aprenda a dar más amor, los dolores se irán yendo y podré decir con Amado Nervo: Ya no me dueles diciembre, ya no me dueles vida… Vida nada te debo, vida estamos en paz.

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